No critique, no condene ni se queje.

Era un día de cielo azul con pequeñas manchas blancas.  Me subí rápidamente al autobús. Mis ojos se movieron rápidamente sin que yo pudiera ejercer influencia sobre ellos. La escena era inadmisible. ¿Cómo era posible? una madre no puede permitirle eso a sus hijos. 



Siempre estuvo con los dedos sobre el teléfono, le importaban más los mensajes anunciados por pequeños sonidos que no eran nada comparado con el alboroto que hacían sus dos chiquillos. ¿Así deben de actuar las madres? Yo solamente pensaba en que ese era el mejor montaje para señalarle a alguien que es lo que no se debe hacer cuando se es madre.

Fue en ese instante que me di cuenta que no era el único que presenciaba el acto. Todos los que ahí nos transportamos fuimos testigos.

     —   ¡Oiga! Señorita… ¿puede escucharme?
   Perdón. Dígame.
   Puede hacernos el favor de atender a sus hijos o sobrinos en vez de atender su teléfono. Están molestando a todo el mundo. Parece que a usted no le interesa lo que ellos hacen.
   Disculpe señor. Simplemente no sé qué hacer.
   ¡Como que no sabe qué hacer!
   Vera. Venimos del hospital. Acabamos de darnos cuenta que murió mi esposo. Yo no sé cómo reaccionar aún. Y no sé si esa es la reacción natural de ellos…


En ese momento tuve que bajar del autobús porque llegue a mi destino. Pero será difícil para mí olvidar ese incidente.

Usualmente estamos tan abstraídos en nuestro vivir. Que lo más simple es juzgar a los demás y medirlos con las formas en como nosotros reaccionaríamos a un evento determinado. olvidamos que todos funcionamos de maneras diferentes.  Somos parte todos los días de ese maravilloso laboratorio social.

Si no hemos educado nuestra conciencia, perderemos fácilmente el control sobre ella. Tal como sucedió con mi vista el bello día del incidente descrito antes.

Un gran hombre demuestra su grandeza en la forma como trata a sus pequeños.


A cada momento somos tentados a criticar a nuestros amigos e hijos. Quizá el lector espera que yo le diga “no lo haga” pero no lo haré. Solamente le diré que antes de hacerlo lea uno de los clásicos del periodismo norteamericano.  “Papa olvida”

Elimine la costumbre de encontrar defectos. Todos tenemos un corazón grande.




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